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Programa completo del curso | |
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Este curso continuamos con nuestro trabajo del Seminario lacaniano "Problemas cruciales" o "Las posiciones subjetivas de la existencia y del ser". Existencia y ser o esencia que nos remite a una de las problemáticas que arrastra la filosofía y la lógica aristotélica respecto a la identidad en términos de la relación de entre los Universales y Particulares y estos en términos de inclusión/exclusión del sujeto y del objeto. En este contexto general Lacan sigue profundizando en la cuestión de la referencia del nombre propio contrastando las dos posiciones clásicas del convencionalismo y descriptivismo con lo que se desprende de tomar como punto de partida el agujero, la falla en la que desembocan las diversas teorías en su intento de atrapar dicha referencia. Nada mejor para ello que apoyarse en el ejemplo introducido por Freud del olvido del nombre propio: allí donde se espera que algo aparezca se produce un vacío, que sin embargo no lo está tanto. El estatuto de ese nombre propio, que tenía que aparecer en el nivel de la palabra, Signorelli, cambia y aparece refractado en imágenes que a modo de rebus remitirán asociativamente a una estructura fonemática de la que habrá que rescatar sus invariantes y a los temas que remiten. Este es el método propuesto por Freud. Lacan, sin embargo, llevará al extremo su idea de partir y apuntar a lo ausente en la búsqueda de aquellas literalidades que, incluso, en las asociaciones de Freud no son tenidas en cuenta. Punto ciego del sujeto que enlaza con lo más desconocido, letras remitiendo al nombre propio. Esto nos condujo a hacer una primera incursión de este olvido del nombre en la estructura topológica de la Botella de Klein comparando, mediante un dual, la interpretación freudiana (por presencias) y lacaniana (por ausencias). Esta última es una nueva manera en Lacan de encarar la metáfora paterna. Descomposición en restos, letras desconsideradas que conformarán un nuevo alfabeto en el que la singularidad está atrapada y se expresa. Después volvimos a los cortes sintácticos en clases incluyentes-excluyentes que conforman la lógica aristotélica mostrando que su coordinación última era conceptual, lo cual por una parte permitía el intercambio de lugares entre sujeto y objeto, apoyando así la definición lacaniana de que el significante representa a un sujeto para otro significante, pero que problematizaba de nuevo la cuestión de la referencia, mostrando en sus silogismos deductivos la alternancia en la consideración-desconsideración del sujeto o del objeto. La vertiente de la lógica semántica o lo que corresponde a los valores de verdad de los conceptos la revisamos con Leibniz y su pretensión de salvar a la verdad por medio de la identidad. Círculo que parece cerrarse en la remisión de la verdad a la identidad y el de la identidad a la verdad. Aquí vuelven a entrar en escena tanto Descartes con su cogito, su búsqueda de un amarre del ser y la remisión de la verdad a Dios, como Frege y su fundamentación conceptual en términos de objetos que caen bajo el concepto y más concretamente el de los números. Se va a desarrollar así un doble eje, ordinal y cardinal. Este doble eje que nos introducía no sólo en la división del sujeto sino también del objeto, así como del destino que sufren ambos, es el que nos permitía entrar en esa estructura topológica de la Botella de Klein que siendo una unidad intrínsecamente podía descomponerse en dos, generándose un álgebra de los diferentes recorridos o cortes. Distintos recortes comportarán diferentes recorridos, sus restos, equivalencias con otras superficies y cómo pueden pegarse entre ellas para rescatar la dinámica del sujeto y la dinámica transferencial. Con las posibilidades que nos ofrecía esta álgebra abordamos el caso clínico, publicado por una psicoanalista y que Lacan critica, en la superficie de la Botella de Klein remarcando la diferencia radical de recorrido de la estructura en función de la posición transferencial del analista. Esta Botella de Klein permitía ver el movimiento de deslizamiento estructural necesario a ese campo del deseo del Otro que, de otro modo, queda cortocircuitado estableciéndose así entre el analizante y el analista una estructura moebiana en la que se intercambia la oposición activo-pasivo sin lograr salir de ella. Un álgebra es lo que encontramos también en la matriz de las operaciones de privación, frustración, castración y que nos mostró la dialéctica entre sus componentes regido en su inicio por ese principio de identidad. Tras esa presentación clínica Lacan reinicia su posicionamiento con todas las herramientas de las que se ha dotado. Por un lado la fundamentación fregeana de la serie numérica, especialmente del 0 y el 1. El 0 representando al sujeto en la medida en que la identidad de este número es precisamente ser diferente a él mismo. Falla en el sujeto. El 1 representando a la alteridad, al objeto pero que subsume esa diferencia con la que carga el 0. Entre el 0 y el 1, el dos se hace inaccesible. Falla, aunque heterogénea, en el objeto. En este movimiento pudimos plasmar la estructura y dialéctica entre ese significante que representa al sujeto para otro significante y la equivalencia del sujeto a 1/a respecto al campo del Otro. Dialéctica que bascula entre esos dos campos retomados en términos Saber y Verdad desplegándose en una banda de Moebius con tres semitorsiones en el que las divisiones del sujeto respecto a sí mismo se deslizan hacia la del sujeto respecto a su objeto (relación sexual) llegando a la del síntoma con su división también entre el saber y la verdad donde la verdad del sujeto retorna en el campo del saber. De fondo, dos cuestiones epistemológicas sobresalen, la de la existencia y la de materialidad de la que se parte, con sus corolarios de la causa, la verdad y el saber. Todo esto visto desde la vertiente del sujeto para, en el siguiente Seminario sobre "El objeto del psicoanálisis", abordarlo desde la vertiente del objeto. Ese será nuestro próximo trabajo. | |
María José Muñoz |