(Curso 2014-15) | |
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Comenzamos trabajando la segunda parte del Seminario del Acto psicoanalítico. Lacan nos planteaba ese acto, por una parte como un recorrido, que a su vez se fragmenta en varias operaciones sostenidas, ordenada y alternativamente, por los integrantes de un análisis, en distintos momentos. Los tetraedros utilizados por Lacan nos fueron mostrando el trabajo sobre los subgrupos –con una estructura de orden cada uno- que éstos permiten respecto a dichas funciones en juego, partiendo siempre de una no-reversibilidad en dichas operaciones. Así el círculo del "no pienso" resultado de la alineación del sujeto, devenía la tarea de la "asociación libre" encomendada al analizante al comienzo del análisis, transfiriendo al "no soy", sostenido por el analista, el Sujeto supuesto a ese Saber sin sujeto. Refracción del sujeto desde su definición como un significante para un otro significante, quedando pendientes dos asunciones por parte del Je (yo) –Wo es war soll ich werden-, aquel donde se ubicaba el Ello y aquel del Inconsciente. Operación Verdad sobre lo que es enunciado y a través de la enunciación de aquello que daría coherencia y validaría ese falso cogito estructural. Mientras tanto la búsqueda de referencia al objeto, objetos restos de la combinatoria fantasmática y soportada igualmente por el analista, permitiría completar las distintas estaciones escalonadas por las que transcurre dicho acto. La cuestión de la operación Verdad y de ese falso cogito establecido en términos de negaciones, junto a la estructura disyuntiva excluyente de ese "o no pienso o no soy", que estructuralmente obliga a sostener una de las partes y rechazar la otra (negar la negación, la parte rechazada), nos condujo a la lógica para poder registrar las diferentes formas de negación que pueden encontrarse en ella, así como el proceso sintáctico-semántico que permite establecer la verdad o falsedad de un enunciado, su verdad necesaria o no, e incluso su indecibilidad respecto a aquello de lo que se trate. Nos volvimos a adentrar, siguiendo a Lacan, en las categorías aristotélicas y la relación entre ellas, volviendo a cuestionar la pretendida demostración de los predicados Universales a través de los predicados Existenciales. Prueba de ello era la posibilidad de obtener las Universales a través de la utilización de las negaciones en las Existenciales y al contrario, las Existenciales a partir de utilizar, en su lugar, negaciones en las Universales. Así también el que un enunciado se estableciera en términos afirmativo o negativo, no garantizaría la verdad o falsedad automática de éste, como es el caso de la lógica canónica clásica, sino que obligaba a hacer un doble recorrido para poder llegar a concluir, por ejemplo, que "es verdadero que algo sea falso", llegando así a lo que lógicamente se llama "una verdad o falsedad necesaria". Lacan se apoya en las progresivas fisuras y rectificaciones que la propia lógica ha ido produciendo, en la medida en que éstas le sirven para dar cuenta de los planteamientos lógicos que introduce Freud. En él se pueden detectar cuestiones como los Juicios de atribución y Juicios de Existencia; la no existencia del principio de no contradicción en el inconsciente, pero también las negaciones que se juegan en la transferencia y que el analizante hace soportar al analista. Estuvimos viendo ampliamente estos temas con todos los ejemplos que nos fue ofreciendo Lacan y que además nos siguieron introduciendo en los planteamientos de lo que más tarde serán las fórmulas de la sexuación. Siguiendo entonces con la lógica y concretamente con Frege, pasamos a considerar a los predicados o Juicios como el resultado de la combinación de dos conceptos o proposiciones, así como sus posibles negaciones parciales o totales. Esto nos llevó a la lógica proposicional y de ahí a la lógica-matemática de Boole y su álgebra que nos reenviaba de nuevo a la teoría de grupos y subgrupos de donde habíamos partido respecto al acto analítico. Acabamos aquí el texto del Acto Analítico en la medida en que el Seminario de Lacan quedó interrumpido por los acontecimientos de París del Mayo del 68. Con el Seminario De un Otro aL otro y habiendo seguido en el anterior las divisiones y distribuciones estructurales a las que se enfrenta el sujeto a partir de su alineación inicial y de su rechazo del Otro, comenzamos a trabajar el tipo de vínculo social que puede establecerse partiendo de ellas y en el que se redoblarán dichas divisiones y sus efectos. Las vías de acercamiento general a esta estructura dividida y redoblada dentro de la teoría psicoanalítica son la castración y la relación anarmónica entre los sexos. Lacan lo patentizaba definiendo la esencia del discurso psicoanalítico como siendo un discurso sin palabras. La propuesta lacaniana partiría en este caso en aquello que causaba esa primera distribución alienante, es decir, aquello que quedaba des-conocido. Será entonces en las lúnulas centrales, las del Ello y el Inconsciente del falso cogito, en las que se ubicaban los imperativos del Wo Es war soll Ich werden, donde se comenzará a cuestionar ese imperativo, la localización problemática del Je y a establecer su determinación metonímica dentro de la estructura. La sucesión de Fibonacci daría cuenta de ésta pero también del "No hay Universo de discurso", lo cual no desvalorizaría la posibilidad del discurso sino todo lo contrario. La teoría marxista de la plusvalía como la diferencia entre el valor de uso y el valor de cambio nos proporcionaba una de las claves de lo que está en juego, tanto del mercado relacional del que se parte, como del objeto a como plus de goce homologado a la plusvalía. El discurso del psicoanálisis se presenta como aquel que articula en su eje causal la renuncia al goce (la alineación y sus consecuencias), producto él mismo de unos antecedentes discursivos anteriores, en el que algunos de los hitos de esta renuncia los podíamos encontrar en Kant, Sade, pero también en Pascal y su apuesta que surge correlativa a la creación del mercado y, por supuesto, Marx. Ahí mismo encontrábamos también al perverso. Este marco programático de su primera lección es el que nos proponía Lacan respecto a lo que el psicoanálisis puede aportar en lo que, en la experiencia analítica y el "yo digo" de su regla fundamental, se juega de la imagen de aparición de la verdad que quedará suspendida en su división constituyente (A-a) y quedaba por ver si es dentro del campo de ese Otro, el del Dios de Descartes, donde podría plantearse su refutación. A partir de ahí fuimos desplegando cada uno de esos puntos comenzando por las condiciones de cualquier discurso hasta su implantación como tal. La Absolutización del mercado del que surge y en el que se inscribe, es decir la búsqueda de identidad entre su caracterización y sus condiciones de aceptación, nos proporcionó una de sus vías. Así el mercado de la ciencia y de los saberes normativizados obedecerían al intento de absolutización del Saber a través de su mercado. Pero ¿puede reducirse el Saber a ese mercado? Será, entre otras, de una distinta relación del Saber con el plus de gozar de la que parte el psicoanálisis, con el objeto a y la función del analista correspondiente que se podrá hablar del "mercado" del psicoanálisis. El grafo, el par ordenado, nos sirvieron para comenzar a trazar las coordenadas que caracterizarán a este otro mercado del Otro, del que surge y a donde va a inscribirse esa diferente relación entre el sujeto y el otro. Comenzamos a vislumbrar la importancia de la estructura ordinal en esta forma de abordaje. La remisión al chiste en el grafo y a ese punto diferencial entre lo esperado en el código y aquello que rompe ese código produciendo el efecto chistoso, sitúa en él a ese plus que aparece en forma de risa, pero también nos habla de un Otro que se comporta como otro sujeto al dejar pasar esa ruptura de sentido. Después de esto Lacan va a ir profundizando cada uno de los términos que redoblaran la estructura distributiva que ya nos ofreció de forma general en su seminario anterior. Comienza por la definición misma de sujeto como un significante que representa para un otro significante y ya bajo la nomenclatura de S1, S2, y su estructura topológica en las superficies agujereadas. Se desprendía de allí la imposibilidad de hacer Uno, el significante no podría significarse a sí mismo. Pero ¿podría hacerlo ese otro significante que representa al Saber no sabido? Vimos a través de la lógica las diferentes contradicciones que generan ambas vías en sus intentos de ser Unidad. Esa indecibilidad nos reenvía a lo propio del sistema y a la necesidad estructural de las divisiones de lugares a ocupar y dialectizar así como de los restos que van dejando. No había Uno, pero tampoco dos. Desde ahí Lacan nos condujo por la sucesión de Fibonacci, su partición en dos bloques y lo que estos comportaban respecto a la Unidad (1) y el "a". Con estas bases retomamos la apuesta de Pascal en tanto predecesor del discurso de la renuncia al goce, y también respecto a esta repartición de lugares entre dos parteners, lo que se apuesta, sus equivalencias, así como aquello que se deja fuera en las distintas elecciones. A partir de aquí Lacan vuelve a la teoría axiomática de conjuntos y su álgebra grupal para asimilar la estructura del aparato psíquico en Freud con aquella en la que en un conjunto contamos con subconjuntos o subgrupos y estos están sometidos a un orden determinado, formando retículos de distinta complejidad y con un orden total o parcial. Esas estructuras algebraicas de orden generan espacios vectoriales que Lacan va a utilizar para dar cuenta de los polígonos fundamentales de las distintas pulsiones: oral, anal, escópica e invocante y sus correspondientes figuras en topología de superficies agujereadas, las cuales nos permitían verlas como superficies que enlazan aquello que siendo lo más íntimo del sujeto es, a su vez, lo más externo. Superficies que conectan dos vacíos. Este planteamiento que comporta en sí mismo una relación con el Saber o saberes con los que se inició el psicoanálisis, la sexualidad, nos dejaba con los interrogantes sobre estos representantes de la representación, Vorstellungrepräsentanz, con los que se mueve lo pulsional y la relación de estos con el goce como plus de gozar. Nos detuvimos aquí y en la pregunta de lo que puede llegar a añadir, a esta configuración, la revisión de la sublimación en tanto analizada desde su meta no represiva, el papel de dichos representantes de la representación de las pulsiones en la sublimación y sus espacios vectoriales, habida cuenta además de la remisión al "valor social" que le añade Freud. Todo ello dentro del marco de la búsqueda de esa Absolutización del mercado de un discurso, el del psicoanálisis, posibilidad de intercambio, que respondiera a sus propias condiciones. | |
María José Muñoz |