Cuando una persona llega al análisis, durante sus primeras sesiones, cuenta su
historia y las razones por las que acude a la consulta. Normalmente presenta una problemática, un síntoma, un sufrimiento o una dificultad. El analista debe ser capaz de escuchar y explorar los significantes a los que la persona se ha fijado.
Cuando hablamos de significantes en psicoanálisis, nos referimos a las palabras, adjetivos o definiciones que los demás –como la familia, las amistades, o el entorno laboral– manifiestan sobre la persona y con las que se identifica.
Nuestra tarea implica deshacer la construcción que la persona trae a la sesión si es necesario, y edificar las distintas versiones de ella misma. Por tanto, el analista no se identificará con los sentimientos de la persona que se analiza, ni hará un diagnóstico que le atrape en una tipología clínica o en un conjunto de casos teóricos o patológicos.
En psicoanálisis, no se aplica un protocolo que reduzca a la persona a una categoría fija. Consideramos cada caso de forma única, teniendo en cuenta la singularidad y el momento en que se encuentra. Por eso, fomentamos la asociación libre: el sujeto puede hablar de lo que quiera y es quien toma la iniciativa sobre lo que quiere compartir.
Durante un proceso psicoanalítico, la persona que se analiza puede presentar sus síntomas, inquietudes, angustias y problemáticas personales. Al hacerlo, busca respuestas, un diagnóstico o una solución. Pero encontrará algo diferente: se despojará de sus propias demandas y mecanismos de defensa, y se reconstruirá, no de forma regresiva histórica, sino desde el propio marco singular que le ha constituido para explorar otros territorios. Esto no implica una regresión a la infancia o recuerdos infantiles, sino una exploración de su construcción actual y de formas futuras.
Es importante reconocer que esta construcción no sólo se basa en las relaciones con las figuras paternas o familiares, sino también en otras experiencias y significantes formados a lo largo de la vida. El objetivo de nuestra intervención es rescatar estos elementos negativos y ayudarle a comprender cómo se ha situado en estos elementos y los efectos que tienen en su percepción actual.
Esto se hace contrastando la imagen que quiere dar el sujeto y rescatando elementos para entender por qué se ha situado de esta forma. Se trata de un pasado estructurado, que nada tiene que ver con el retorno a la infancia, sino con cómo se ha ido construyendo y dónde se han colocado los significantes. Se busca entender cómo la persona se identifica con estos elementos para encontrar otros recursos que también están ahí, pero de los que quizás no es consciente de ello. No está condenada a quedarse fijada; encontrará otros recursos en sí misma y en su proceso psicoanalítico.
Los mecanismos más concretos que se despliegan en un análisis apuntan a diversos aspectos. Uno de ellos es ponerse en el lugar del analista que implica que el analista plantee preguntas como si el relato fuera un sueño a analizar, explorando elementos repetitivos, contradictorios, y situaciones o relaciones personales en diferentes ámbitos.
Seguramente y mediante esta exploración, encontraremos estructuras similares o repetitivas del sujeto en sus relaciones con la familia, el trabajo, la escuela, la pareja, las amistades, etc., de las cuales no es consciente. El analista le devuelve esta información para que pueda ver la situación desde otra perspectiva, lo que puede ser el inicio de la exploración de nuevas formas de actuar o ubicarse.
Aunque las personas hablen, por ejemplo, de la pareja, estas estructuras se repiten en otros ámbitos de su vida. Las estructuras son similares y repetitivas, y aunque el quien se analiza hable de un tema concreto, la estructura se mantiene y repetirá en otras situaciones.
Los recursos del analista
Los recursos del analista incluyen crear un espacio y ampliar la perspectiva antes de profundizar en los detalles. A veces, el silencio es una herramienta que puede ser utilizada, un momento en el que el analizado puede preguntarse por qué el analista no dice nada, por qué guarda silencio. En ocasiones, el analista adopta una posición de contrapunto, compensando por el lado opuesto. Pero también puede ocurrir a la inversa, donde el analizado adopta esa posición. Tanto la posición de uno como del otro podríamos decir que es como en un sueño, donde todos los personajes que aparecen son una parte de nosotros mismos.
Dialécticas en el proceso psicoanalítico
El conflicto es interno, aunque la fuente parezca externa. Lo que la persona deja fuera, nosotros lo recogemos. Durante el análisis, el analizado se identificará con su propio discurso, que va y viene, y nosotros le devolvemos lo que ha dejado fuera para que pueda tenerlo en cuenta. La persona está dividida y transfiere partes de sí misma. Cuando se identifica con alguna imagen que tiene de sí misma, lo que deja fuera lo proyecta en el analista. El analista recoge esta parte para devolverle.
Por tanto podemos decir que se da una dialéctica: el analista recoge la división que ha hecho la persona, lo que ha dejado fuera, y se lo devuelve con un interrogante. Esto que el paciente explica en el espacio psicoanalítico puede tocarle o no. El sujeto se mueve entre estos dos sistemas: se identifica con ciertas cosas de un sistema y no con otras, porque cree que estas otras partes pertenecen a los demás. Sin embargo, puede ocurrir que las personas más cercanas identifiquen rasgos que la persona que se analiza ha cambiado y que son fruto de un sistema antiguo, este es un efecto muy interesante que seguiremos trabajando.
Atender la singularidad, un proceso único.
Nuestra intervención será diferente según el tipo de discurso, a veces incluso en una misma sesión o bien por el perfil de cada una de las personas que atendemos:
Las personas más jóvenes llegan a consulta con muchos tópicos, pocos significantes, nosotros seguramente deberemos abrir estos tópicos hacer explicaciones teóricas, históricas, dar ejemplos que les puede ayudar a considerar otras situaciones, otras posiciones o experiencias a explorar. En cambio, los adultos vienen más cerrados, con más resistencias, deberemos señalarles sus contradicciones, desde sus palabras y fieles a su relato. Utilizaremos las contradicciones, las repeticiones, los lapsus y cualquier producción para apuntar y trabajar para que emerja el saber de la persona.
Como, por ejemplo, el caso de una analizada que en consulta expresó que le hubiera gustado estudiar una carrera universitaria que le hubiera proporcionado un puesto de trabajo imprescindible. La analista le devuelve con un interrogante: “¿Imprescindible?”. Ella explica que durante la pandemia su empresa la despidió, mientras que los profesionales del mundo sanitario no perdieron sus trabajos ya que imprescindibles. Si hubiera estudiado medicina, no le habrían despedido. Cuando la analista repite la palabra “imprescindible” con un interrogante, la paciente se abre, desarrolla y explica una serie de inquietudes que se desplegarán y que van más allá de escoger una
carrera.
Trabajando las angustias en psicoanálisis
La construcción del análisis implica incluso trabajar con la angustia del otro sin dejarse atrapar por ella. De ahí que el analista haya tenido que pasar varios años de análisis. Y sabe de la estructura que tiene delante. La empatía por sí sola no es suficiente, pero el autoanálisis tampoco. Nosotros, como analistas, aspiramos en cualquier caso a entender globalmente lo que hay detrás de las manifestaciones del sujeto.
El analista, ante las diferentes manifestaciones, peticiones y angustias de las personas que atendemos, no se deja llevar por éstas. Aceptamos estas manifestaciones como parte del sujeto y como una forma de mostrar obstáculos. Este análisis y trabajo conjunto ayudará a la persona a ver que estas manifestaciones son configuraciones propias de síntomas, angustias e inhibiciones.
Siyntôme
Karl Marx, en el capítulo XV de “El capital”, se refiere al Siyntôme como a la
supervivencia de un sistema antiguo de producción dentro de un nuevo sistema de producción. Jacques Lacan describe el siyntôme por primera vez en la conferencia de la Sorbona, a propósito del V Simposio Internacional James Joyce. Es una forma de síntoma que va más allá de cualquier clasificación clínica y abre mayores posibilidades de investigación e intervención. El siyntôme se produce cuando la persona que se analiza se aleja de su entorno, se separa, pero sigue midiéndose con el sistema antiguo en vez de singularizarse.
Por ejemplo, en el caso de las mujeres, cuyas madres sufrieron maltrato por parte de sus parejas, ellas, de mayores, tienden a tener parejas con rasgos similares. O bien, en el caso de los jóvenes, cuyos padres tienen carreras profesiones en ciencias o finanzas, les resulta difícil hacer una elección diferente y se miden con este sistema en lugar de seguir sus intereses, sus propios significantes, su singularidad.
Aquí también deberemos hablar de la posición de la persona que se analiza, dado que el análisis consiste en ayudar al analizado a darse cuenta de los motivos por los que aparecen sus síntomas, por lo que el análisis está ligado al saber de la persona.
El instante de concluir
El proceso psicoanalítico se da en un tiempo lógico y no cronológico, con tres
instantes: momento de ver, como por ejemplo cuando el analizado comienza la sesión explicando un sueño; momento para comprender, referido a la asociación «libre» vinculada a esta puesta en escena que el sueño representa; y el momento de concluir, cuando cierta información permite comprender algo que descifra o nos da ciertas claves para interpretar lo inicialmente enigmático.
En el espacio psicoanalítico podemos confrontarnos, dar y encontrar la versión más auténtica de nosotros mismos.
Artículo presentado por Àngels Garcia en la jornada del Aula de Psicoanálisis titulada «La actualidad del psicoanálisis», el 15 de junio de 2024.